El origen del mundo
Courbet, Gustave

El primer propietario del Origen del mundo, y obviamente su comandatario, fue el diplomático turco-egipcio Khalil-Bey (1831-1879). Figura brillante del Todo-París de los años 1860, reúne una efímera pero deslumbrante colección, dedicada a la celebración del cuerpo femenino, antes de arruinarse con sus deudas de juego. Después, se desconoce con precisión el destino del cuadro. Hasta que entró en el museo de Orsay en 1995, El Origen del mundo, que por el entonces formaba parte de la colección del psicoanalista Jacques Lacan, representa la paradoja, de una obra famosa, pero poco vista.

Courbet siguió reanudando con el desnudo femenino, a veces con una inspiración obviamente libertina. Pero con El Origen del mundo, se autoriza un atrevimiento y una franqueza que proporcionan al cuadro su poder de fascinación. La descripción casi anatómica de un sexo femenino no está matizada por ninguna artimaña histórica o literaria. Gracias a la gran virtuosidad de Courbet, al refinamiento de una gama de colores ambarina, El Origen del mundo se salva no obstante del estatuto de imagen pornográfica. La franqueza y el atrevimiento de este nuevo lenguaje no excluyen un vínculo con la tradición: de modo que la pincelada amplia y sensual, junto con la utilización del color, recuerda la pintura veneciana y, el mismo Courbet se reclamaba del Ticiano, de Veronese, de Corregio, y de la tradición de una pintura carnal y lírica.

El Origen del mundo, ahora presentado sin ninguna ocultación, reencuentra su debida plaza en la historia de la pintura moderna. Pero sin embargo, no deja de plantear, de manera turbadora, la cuestión de la mirada.

Fuente: Musée dÒrsay


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